viernes, 14 de septiembre de 2012

Terrible Invierno



II

La tarde tocaba a su fin, el cielo se estaba tiñendo de un negro como el carbón y parecía que caían cenizas sin razón aparente. Ya no nevaba tanto como hacia rato, ¿rato? ¿cuánto rato?, en ese preciso momento, justo cuando parecía que sus neuronas empezaban a ocupar sus lugares correspondiente, Peter se dio cuenta de que había perdido toda noción del tiempo que le rodeaba.
Poco a poco Peter Goldsmith empezó a hacer memoria de qué había sucedido, ¿y qué había sucedido?.
Lo único que Peter podía recordar de momento era que esa mañana antes de salir de casa tuvo que llevar a Claus a la clínica veterinaria.
Claus era un Corgi de mirada estrábica, su pelaje era de color anaranjado, con el pecho y "los calcetines" de color blanco.
Como si le hubieran dado en su enorme trasero fofo con un cable de un Kilo voltio, Peter dio un respingo en su asiento y giró la cabeza hacia la derecha para mirar la parte trasera de su coche.
Claus con apenas tres años de vida yacía en el suelo del vehículo con su mirada estrábica apuntando hacia varias partes a la vez con la cabeza en una postura anormal.


Peter Goldsmith se recompuso en su asiento y soltó un suspiro prolongado. Acto seguido su mano derecha tanteo en el hueco del freno de mano para buscar el clic del cinturón que le daría el primer paso hacia la libertad. Poco a poco dio con el enganche y pulso el botón que con un leve clic le liberó de su cinturón el cual seguramente le había salvado la vida, su triste vida.

El señor Goldsmith, como sus vecinos lo hacían llamar, era un hombre solitario, rondaba la mitad de siglo, era gordo, aunque su madre decía que tendría que comer más, que estaba en los huesos.
Sus padres vivían (aún) a unos 1.100 Kilómetros de distancia, cosa que a Peter le parecía lo mejor que le podría pasar siendo una persona de alma solitaria. Se fue de casa a la edad de 26 años en busca de un buen trabajo, y quizás por eso Peter era  un hombre solitario.
Peter trabajaba de guardia de seguridad para una empresa que se dedicaba exclusivamente a la vigilancia de construcciones de viviendas. Por decisión propia Peter escogió ese trabajo, en aquellos años uno podía elegir trabajo, abundaba, y el era un enamorado del silencio de la noche, donde nadie molestaba a nadie y la tranquilidad era la mejor pareja a la que podría aspirar en su vida.

De repente notó que a través de las rejillas de ventilación un humo blanco inundaba el habitáculo del coche. Con su mano derecha acciono la llave hasta llevarla al punto de contacto. El cuadro del vehículo se iluminó con millones de luces parpadeantes. Pulsó el interruptor que había bajo su ventana para bajar el cristal y dejar que el humo se esfumara.
La ventana chirrió ocultándose lentamente bajo su puerta para que pudiera observar el paisaje más simple que verían sus ojos en toda su vida, blanco.

El Ford del señor Peter Goldsmith estaba totalmente enterrado bajo la nieve.




2 comentarios:

  1. ¡Wow! Qué final.
    Venía leyendo sobre Goldsmith, y la descripción de su aspecto físico y personalidad, y me encontré con esa oración final temible, aplastente. Y genial.
    Quedo por aquí, esperando la continuación.
    ¡Saludos!

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  2. De a poco nos vas presentando una historia muy interesante. Uno se queda con las ganas de saber más. Es un logro tu manera de presentarnos las entregas con poco texto que dice mucho.
    Te felicito.
    Saludos.

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