domingo, 23 de septiembre de 2012

Terrible Invierno



IV


Nuestro ya querido, y odiado en ciertos momentos, Peter Goldsmith, estaba con la mandíbula colgando viendo cómo su ventana bajada o subida era la misma mierda. Estaba atrapado. Nada podía hacer.


Como si se tratase de un aparato que diera fuertes descargas eléctricas, poco a poco Peter fue acercando sus dedos para tocar la nieve. Quizás en ese momento fue cuando por primera vez "Doña negatividad" habló en su cabeza: "Hey, hey, si tú, bola de mierda, te hablo a ti. ¿no te das cuenta que estas atrapado bajo la nieve? ve tu a saber cuantos metros tienes por encima de tu cabeza, ¿que vas a intentar?¿escarbar como un conejo? ¡JA!".

Con optimismo Peter toco lentamente la nieve, y pudo comprender dos cosas: 1) La nieve era fría. y 2) No era granizo, era nieve, con lo cual podría intentar escarbar como un triste conejo.

Antes de ponerse manos a la obra con la "operación salida del puto coche enterrado", Peter alargó la mano hacia su mochila que se encontraba en la alfombrilla, a los pies del asiento del copiloto. Cogió la mochila y se la puso en su regazo, abrió un bolsillo pequeño en la parte frontal de la mochila y extrajo lo que parecía un paquete de Lucky Strike deformado. Sacó un cigarrillo y se lo llevo a los labios. Pulsó el mechero del coche, que después de unos segundos que le parecieron interminables saltó con un suave clic. Una vez con el cigarrillo humeando en su boca, Peter creía que podría pensar mejor, y probablemente sería verdad, pero una vez más...
"Si fueras más tonto seguro que no hubieras nacido bola de sebo, ¿no te das cuenta que fumar dentro del habitáculo cerrado no te va a hacer ningún bien?"
-Y que más da- dijo Peter al coche vacío.

Siguió fumando, y el humo azulado se elevaba en lentas nubecillas hasta chocar con el techo del vehículo. Fue entonces cuando Peter Goldsmith empezó realmente a preocuparse. ¿Será de noche?, ¿cuantos metros de nieve tendré por encima de mi cabeza? ¿o quizás solo son centímetros? y lo más importante; ¿Cuando saldré de aquí?. Fue esta ultima pregunta la que se quedó resonando en su cabeza, como un eco que se retroalimentase de su temor.

El reloj digital del salpicadero marcaba las 17:49 cuando la pierna derecha de Peter se quedó rígida como un tablón. Como un rayo, un calambre le recorrió desde la cadera hasta la pierna. Empezó a tener comvulsiones y su vista se nublo. 
-"Ahora es cuando vas a pagar los platos rotos de tu alimentación  durante toda tu penosa vida, maldito bastardo"- dijo "Doña negatividad".
Entre convulsiones y convulsiones Peter creía que su vida se apagaba, y por un momento llego a sentir pena de sí mismo.
Peter goldsmith sentia que se moría.

En un último instante de reflejos, podríamos decir reflejos aunque esa palabra no es la correcta teniendo en cuenta que el cigarrillo humeaba en esa parte de la anatomía del hombre que tanto apreciamos, Peter se sacudió sus vaqueros hasta que el cigarro fue al suelo,después estiró su mano derecha hasta alcanzar la llave del contacto, con sus llaveros colgados, testigos mudo de su agonía.

Giró su muñeca hacia atrás, y faltó poco para que la llave se saliera de su sitio y fuera a parar al suelo para unirse con el cigarro. Agarró con toda la fuerza que sus músculos le permitieron y puso el contacto. Desvió su mano derecha hasta el cuadro de mandos y puso la calefacción a todo lo que daba de sí. 

Una bendita ola de calor le golpeó en el rostro, y sin poder evitarlo una lágrima resbaló por su mejilla magullada dejando entrever un surco de piel pálida.
Poco a poco fue recuperando el movimiento de su extremidad y entonces Peter se relajó todo lo que pudo dentro de sus posibilidades.

Permaneció con los ojos cerrados durante minutos, quizás horas, sintiendo como cada minúsculo poro de su piel absorbía ese calor que la calefacción le proporcionaba.

Al cabo de varias horas "Doña negatividad" hizo su aparición estelar. No podía faltar a la gran cita.
"Por cierto cachalote,¿no tienes hambre?"
Peter despertó de su ensimismamiento y de repente su estómago rugió. Peter tenia hambre, pero por primera vez en su vida, la comida era secundaria.
En el cuadro de mandos, el piloto rojo de la batería parpadeaba dándole a entender que la batería se estaba agotando.




Peter Goldsmith tendría que reaccionar y rápido. El tiempo jugaba en su contra.






2 comentarios:

  1. ¿Será que Peter tiene lo que se merece?
    Hay cada vez más interrogantes.
    La historia atrapa mucho.
    Te felicito, Antonio.
    Saludos.

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  2. Suspenso y sufrimientos al por mayor.
    Tengo la sensación que se viene una batalla feroz entre "Doña Negatividad" y Mr. Goldsmith, je.
    Sin salida a la vista, ansioso por saber cómo vas a resolver el dilema, Antonio.
    Genial.
    ¡Saludos!

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