jueves, 6 de junio de 2013

La habitación

Le azotó un olor a pobredumbre nada más entornar un poco la puerta para entrar. Poco a poco su mente empezó a trabajar para intentar hacerse una idea, por ínfima que fuese, de lo que podía haber tras la puerta. De la pequeña abertura no salía nada de luz, tan sólo ese olor amargo y acre. Los pulmones se llenaron de aire, aguantó la respiración todo lo posible, y sujetando el pomo frío cómo el miedo que le rodeaba, empezó a entrar poco a poco en la habitación oscura.

Presa del pánico que sentía, empezó por asomar la cabeza. Un sudor helado le bañaba la espalda, cómo el rocío en una madrugada fría. Sus ojos no veían nada, ya fuese por la oscuridad que ocupaba la habitación, o por el contraste de luces y sombras al que era sometido repentinamente. El olor volvió a azotarle en la nariz, no podía retener por mucho tiempo el aire dentro de su cuerpo. Con una mueca de repugnancia en su rostro, empujó la puerta hacia dentro.
En su cabeza sonó un leve "clic", su cerebro no podía asumir las imágenes que sus ojos intentaban transmitir a su cabeza.

Cuando sus ojos empezaron a acostumbrarse a la oscuridad, un miedo primitivo recorrió todo su cuerpo. La escena que se planteaba ante el era dantesca, imposible de asimilar. Su cerebro rechazaba la imagen que se planteaba ante sí, algo fallaba, no cuadraba, no podía ser cierto, aquello no era real.


3 comentarios:

  1. Descripciones de primer nivel, que te hacen estar allí, junto al protagonista, fisgoneando desde la puerta entornada.
    Muy bueno, Antonio.
    ¡Saludos!

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  2. Mortal ese final. No decís nada y nos dejás con una tensión terrible. Bravo, Antonio. Saludos.

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