I
- Disculpe caballero,
¿podría indicarme dónde queda la calle Palmer? -Preguntó la mujer de
cabellos negros. Era la octava vez que la veía en su vida. Jayk la miró con
ternura, como si fuese su primer encuentro con ella.
- ¡Qué casualidad!, yo
también voy hacía la calle Palmer, sí lo desea puedo acompañarla, ¿gusta usted?
La mujer de cabellos negros quedó una vez más
pensativa, como siempre, siempre era igual. Pero finalmente accedió.
Pasearon por las calles de la gran ciudad hablando de cosas triviales, y justo
cuando divisaron el neón luminoso qué indicaba "Calle Palmer" Jayk le
dijo:
-¿Querría usted tomar un café...
El brazalete de su brazo empezó a vibrar y a sonar con pitidos agudos. Indicaba
que el tiempo había finalizado. Era hora de volver al presente.
-¿Y bien Jayk?, ¿cómo te fue esta vez, has
averiguado algo más sobre la chica morena? -Preguntó el Doctor Garrett con sorna en su tono de
voz.
-No, siempre me pasa lo mismo. Justo cuando estoy a
punto de preguntarle si le gustaría tomar un café conmigo, el maldito brazalete
empieza a pitar, y todo se desvanece en cuestión de segundos.
-Lo siento mucho señor Jayk. -Iba diciendo el doctor Garrett, mientras aflojaba
las correas qué mantenía inmóvil a Jayk en la silla de lanzamiento. -Ya sabe usted que a día de hoy somos la única
empresa que es capaz de realizar saltos en el tiempo, y sólo al pasado. Falta
mucho por descubrir, y entiendo que una hora y media en el pasado puede
resultar un tiempo muy escaso. Pero es eso o nada. Usted ya ha sido lanzado
ocho veces, y entiendo que el dinero no es para usted un problema. Pero también
tiene que comprender, que nosotros somos una empresa que estamos en vía de
desarrollo. Sepa usted que en cuanto nuestros científicos puedan descubrir la
forma de permanecer más tiempo en el pasado usted será uno de los primeros
clientes beneficiados. Le doy mi palabra.
Jayk quedó liberado de las correas que le ataban a la silla, y bebió
agua de un vaso que el doctor Garrett le tendió. Después de tomar las pastillas
somníferas, la boca siempre se secaba. Pero eso era una norma fundamental de la
empresa. Ningún lanzado podía ver cómo era el proceso de lanzamiento, excepto
los doctores lanzadores.
-Por cierto doctor, un día de estos voy a coger este
brazalete y lo voy a tirar a la basura. ¿No pueden cambiarle el sonido?, esos
pitidos sé meten en la cabeza, y siempre que vuelvo al presente me paso todo el
día con jaqueca.
-Lo tendremos en cuenta. -Dijo el doctor Garrett mientras tomaba nota en su
libreta.
II
Jayk se encaminó hacía su portón, vivía en una zona residencial de alto
standing, dónde la tecnología más avanzada estaba a la orden del día. Apareció
un escáner ocular, que tras hacer una serie de soniditos chirriantes,
desapareció del mismo modo en que había aparecido, de la nada.
Una vez en casa, Jayk abrió una botella de vino, sé sirvió una copa y
encendió un cigarrillo electrónico. Entonces, empezó a recordar que un día un compañero del bufete de abogados para el
que trabajaba, le habló de "El Salto", Jayk no se lo pensó dos veces
y contactó con el doctor Garrett esa misma mañana.
Fue un poco reticente al principio, no creía en cosas fantásticas, la
fantasía era para los niños y para los tontos. Y todo aquello de viajar al pasado sonaba a
fantasía barata. Pero tras hablar con el doctor Garrett más de una hora por
teléfono, un gusanillo empezó a picarle, y una ilusión empezó a apoderarse de
su persona. Quizás no estuviese todo perdido, quizás pudiese retomar esa
ilusión por las cosas. Tener dinero era maravilloso, pero tener dinero no era
tener felicidad. Viajes, cenas lujosas, cruceros, masajes, todo. Todo lo que
quisiera hacer estaba a su alcance, pero de todo uno un día se aburría, y
perdía pasión por las cosas.
De modo que cuando habló aquel día con Garrett, una llama empezó a
avivar su aburrido corazón. Una pequeña ilusión brotó de su interior. ¿Viajar
al pasado?, eso le ofrecía miles de posibilidades, podía viajar a otra época
mejor. Dónde el fuese joven y guapo. Dónde los complejos no tuvieses lugar. Dónde
él era feliz realmente. Dónde no se
sintiera como un viejo malgastado.
Y todo eso, le aseguró el doctor Garrett, se lo proporcionaría El Salto.
-Ningún cliente ha quedado insatisfecho. Todos repiten. -Dijo
aquel día el doctor Garrett.
Y esa fue la chispa que encendió la mecha. Cada vez que sabía que iba a
saltar, una euforia se apoderaba de él, y pasaba días sin dormir.
Eso era vivir, eso era sentirse vivo. Y sólo El Salto le proporcionaba
esos sentimientos.
III
-Una pregunta doctor. Siempre tuve una duda acerca de
estos "Viajes al pasado". ¿Y si cambio algo del pasado, eso afectará
al futuro?
El doctor Garrett levantó una ceja, y seguidamente rompió a reír con
fuerte estrépito. Una vez calmado dijo:
-Nunca he sido partidario de que mis clientes vean
tantas películas de Ciencia-Ficción. Tantas películas e historias baratas nos
han hecho mucho daño a los verdaderos científicos. Y todas esas historietas
inducen a la confusión de nuestros clientes. -La boca de Garrett se torció en un gesto de precaución,
no quería ofender a Jayk, así que pasó a informarle cómo funcionaba El Salto.
-El Salto es un proyecto muy laborioso que nuestros
mejores científicos han estado estudiando durante muchos años. Estos estudios
nos llevaron a la siguiente conclusión: Los saltos menores de tres horas no son
dañinos. No pueden afectar al futuro. La grieta temporal no llega a sufrir
cambios, se auto regenera. Sin embargo hay estudios que indican que pasado esas
tres horas, la grieta temporal si puede llegar a ser dañada. Y por eso, el
tiempo de nuestros saltos, son de una hora y media al pasado. No queremos
correr riesgos.
-Pero usted me llamó, y me dijo que hoy saltaría
durante más tiempo. -Dijo Jayk decepcionado.
-En efecto señor Jayk. -Garrett se inclinó hacía Jayk, y le dijo en tono
confidente. -Pero
hoy no está mi jefe aquí, y quisiera obsequiarle con un poco más de tiempo
"extra", a los buenos clientes, siempre hay que cuidarlos. Y siendo
sincero, quiero saber de una vez por todas cómo le iría con la chica morena.
Podemos apurar un poco más el tiempo, ¿qué le parece una hora más de regalo,
dos horas y media?
IV
Sentía la cabeza embotada, el estómago revuelto, y la mente desorientada.
Levantó la vista y vio las pintadas de siempre en la puerta del váter. Siempre
aparecía en el mismo váter sucio y maloliente.
Se enjuagó el rostro en el lavabo para aclarar su mente, y a
continuación salió del aseo rápidamente. Una vez en la calle, respiró
profundamente.
Recorrió varias calles a pié, sin entretenerse. El tiempo era esencial,
y demasiados minutos perdía en el aseo
aclarando sus ideas, como para perder el tiempo haciendo otra cosa que no fuera
ir al encuentro de la chica morena.
Con tantos semáforos y personas en las calles, Jayk llegó apurado a su
encuentro una vez más.
Nunca terminaba de acostumbrarse, todavía le parecía raro anticiparse a
los acontecimientos. Era extraño vivir sabiendo lo que iba a suceder.
La chica pasó de largo, y él siguió su camino de frente, como si nada.
-Disculpe
caballero, ¿podría indicarme dónde queda la calle Palmer? -Dijo la mujer a su espalda. El se giró, y empezó de
nuevo su ritual.
Una vez en la calle Palmer,
Jayk dijo:
-¿Querría
usted tomar un café conmigo? -Le resultaba extraño poder formular la pregunta entera después de ocho
saltos sin éxito. Bajó la vista y vio en el brazalete un contador qué indicaba
el tiempo transcurrido, 01:31
Un miedo atroz recorrió la mente de Jayk, ¿y sí ella no aceptaba tomar
ese café?
Mientras Jayk estaba
divagando, la chica morena dijo:
-¿Y
por qué no? -Sus
labios dibujaron una amplia sonrisa.
V
Después de tantos años sin saber nada de ella, Jayk se sentía muy cómodo
a su lado, sintiendo el sol de aquella tarde en el rostro.
-Creo que tengo que irme ya señor Jayk, ha sido un
placer conocerlo. ¿Jayk?, ¿está usted bien?
En cuestión de segundos el semblante de Jayk se tornó pálido. Miró el
brazalete de su brazo. Cuatro números parpadeaban en el. Cuatro ceros. El
tiempo había pasado, y su regreso no había sucedido. Jayk empezó a sudar
copiosamente, pensando en qué habría sucedido en su presente. Algo iba mal. Y
él sabía por qué.
La chica morena era su madre. Y jugar a ser Dios no podía ser bueno.
Antonio, esta historia no me la esperaba. El tema de los viajes en el tiempo esta bastante usado pero,das una vuelta de tuerca que nunca había leído... vos una vez más vuelves a dar en la tecla con los finales. Te felicito y seguí escribiendo!
ResponderEliminarUN ABRAZO