miércoles, 14 de septiembre de 2016

Papá


Soy Neil, y os voy a contar una historia de cuando tenía nueve años; fue entonces cuando viví la peor experiencia de mi vida.
Corría el mes de mayo de 2001, y era media mañana. Yo estaba en mi habitación, jugando al ordenador, cuando mi madre me llamó desde la cocina.
Neil, baja a la cocina, no puedes imaginar quién está en casa. Chilló mi madre desde la cocina.
Bajé a paso lento, me daba un poco de miedo tropezar por las escaleras; siempre bajaba las escaleras agarrado muy fuerte a la barandilla.
La luz del sol entraba a raudales por la ventana de la cocina, teníamos una casa muy bien iluminada. Por desgracia, tanta claridad me permitió ver bien el rostro de ese señor que me miraba fijamente desde la silla de ruedas.
Pe pe pe pero... ¿eres tú? Tartamudee presa de la gran confusión que bullía en mis pensamientos.
El hombre extendió los brazos, quería que lo abrazara. Pero la media sonrisa que se dibujaba en su boca me alejada de el. Me daba miedo ver una sonrisa que en el lado izquierdo se curvaba hacia abajo. A demás estaba muy delgado, su cabeza parecía una calavera de película de piratas, los pómulos estaban hundido, los ojos más oscuros de lo normal, y la sonrisa..., la sonrisa era lo peor; a demás de la curva de los labios, los dientes parecían enormes en contraste con su cabeza consumida por la delgadez.
De repente sentí algo en mi espalda. Era la mano de mi madre que me empujaba para acercarme a ese hombre, mi padre.
Vamosshh Neil...esshh que no vasshh a darle un abrashho a tu padre. me dijo el hombre de la silla de rueda, salpicando saliva en todas direcciones a causa de su boca torcida.
Le di un empujón a mi madre, y apartando su brazo de mi hombro, salí corriendo de la cocina y subí las escaleras de casa hacia mi habitación, como alma que lleva el diablo.
Cerré la puerta de un portazo y me tiré en la cama de un salto. Me tumbé mirando hacia la pared y sin poder evitarlo, los recuerdos acudieron a mi mente.


Neil ven aquí, tengo que contarte algo que ha ocurrido. mi madre estaba sentada en el sofá frente a la televisión apagada, y con una montaña de pañuelos de papel a su derecha.
Me senté en el extremo más alejado del sofá, y un calor inexplicable subió a mi rostro. Intuía que algo muy malo se avecinaba y las manos me empezaron a sudar, sintiendo un hormigueo por todo mi cuerpo.
¿Qué ha pasado Mamá, es algo malo?
Me temo que sí pequeño Neil, algo muy grave le ha sucedido a tu padre. Mamá retorica un pañuelo en sus manos, y pequeños trozos se acumulaban en su falda negra mientras me hablaba. Esta mañana mientras tú estabas en la escuela me han llamado del hospital...
En ese momento mi madre se derrumbó y se echo a llorar a lágrima viva. Recorrí  la distancia que me separaba de ella y la abracé muy fuerte, como si pudiera evitar escuchar lo que había pasado, no quería saberlo.
Papá ha tenido un accidente de coche, muy grave. Me dijo Mamá entre lágrimas. En unos minutos viene a casa Tía Sara para cuidar de ti, yo iré al hospital para comprobar cómo está Papá.
Al cabo de veinte minutos llegó a casa tía Sara, y Mamá se fue dándome un beso en la mejilla, dejándome la cara mojada de lágrimas.


Papá tuvo un accidente de coche muy grave, casi pierde la vida, pero no fue así. A cambio pasó dos años en coma, y en muchas ocasiones llegué a olvidar su rostro, y hasta su voz.
El hombre que había vuelto a casa no era mi padre. Era muy delgado, y juraría que esa voz no era la de mi padre.


Me quedé dormido recordando todo lo que sucedió, y al cabo de un tiempo desperté  en mi habitación totalmente a oscuras.
La puerta de mi  habitación sonó dos veces seguidas, y la voz de mi madre sonó desde fuera.
¿Puedo pasar Neil?
Pude imaginar la cabeza de mi madre junto al marco de la puerta. Odiaba que me preguntara si podía pasar, y ella entrara en mi habitación sin mi consentimiento.
Ya lo has hecho seguramente, entra. intuía.
Yo seguía tumbado junto a la pared, y sentí como el colchón se hundía a mi espalda cuando mi madre se sentó en la cama.
Cariño, entiendo que estés confuso por el regreso de tu padre después de tanto tiempo ausente. Pero tienes que entender que para el también es difícil, es como si en su mente hubiera pasado apenas unos días, y ahora, ahora eres todo un hombretón para él.
Estaba recién despierto y todavía me sentía desorientado, así que me limité a escuchar.
He estado hablando con tu padre, y hemos llegado a un acuerdo. Para aliviar tu confusión, hemos pensado que tendríais que pasar más tiempo juntos para recuperar el tiempo perdido; de modo que yo me iré a casa de Tía Sara a modo de vacaciones, y así estaréis los dos solos unos cuantos días para poneros al corriente de todo lo que ha pasado, incluso podéis recuperar la afinidad que teníais los dos antes del accidente.
La vida puede cambiar en unos segundos, y por culpa de esos segundos que perdí en no contestar y negarme a los planes de mis padres, finalmente todo cambió.


El terror apenas duró un día, pero me dejó marcado para siempre.
Esa misma noche mi madre se fue a casa de Tía Sara, y mi padre y yo nos quedamos solos.
Yo estaba en mi habitación cuando escuché a mi padre llamarme:
Neeeiiiillll.
Me levanté de la cama, y bajé por las escaleras agarrando muy fuerte el pasa manos. Un olor muy apetecible ascendía por las escaleras, y me abrió el apetito.
Crucé el umbral de la cocina, y frente a mi estaba la silla de ruedas, vacía. No había rastro de mi padre.
Neeeiiiilll
La voz provenía del salón, así que me giré y empecé a caminar con pies de goma hacia el salón de casa. Allí, en el sofá donde hace dos años mi madre lloraba desconsolada, estaba mi padre sentado.
Ven hijo, tenemoshh que hablar. Me dijo mi padre salivando en abundancia.
En esta ocasión me senté de nuevo en el extremo del sofá, pero a diferencia de la vez anterior, esta vez no me acercaría a mi padre, me daba miedo.
Hijo, sholo quiero que lo pashhemoshh biieeennn. decía mi padre mientras que con su mano se quitaba el cinturón.
Pensé que iba a agredirme con el cinturón, pues mi padre siempre tuvo, antes del accidente, las manos muy largas. En esta ocasión me equivocaba, y mi padre fue mucho más lejos.
Poco a poco empezó a desnudarse, y una vez estuvo en ropa interior, sacó su pene por un lado del calzoncillo. Empezó a agitar su miembro de arriba a abajo, y con la otra mano me agarró la muñeca izquierda. Yo empecé a tirar de mi mano, y el apretaba con más fuerza.
Ven Neil, no perdamoshh el tiempo, vamos a recuperarlo, juntosshhh.
Con todas mis fuerzas le propiné una patada en sus partes, y conseguí liberarme de él.
Corrí con todas mis ganas, y cuando alcancé las escaleras me giré para ver dónde estaba mi padre. Estaba saliendo del salón, iba desnudo, y su miembro flácido destacaba más en contraste con su delgadez, se balanceaba.
¡Neeeillll, vuelve ahora mishhmo! gritaba desde la puerta del salón.
Subí los escalones de tres en tres, me metí en mi habitación cerrando de un portazo, y arrastré la cama contra la puerta, para evitar que entrara. Me senté en la cama para hacer más fuerza, pues con su delgadez pensé que no podría abrir la puerta. Pero me equivocaba.
Al cabo de unos minutos de un inquietante silencio, de repente, escuché un fuerte estrépito que procedía de las escaleras. Pude imaginar el cuerpo de mi padre, delgado, huesudo, precipitándose hacía el vacío. Seguramente sus huesos se habrían quebrado por muchos lugares. Y su pene..., su pene estaría a la vista de mis ojos. Tenía mucho miedo, y no quería salir de la habitación.
Finalmente salí, tras muchos minutos aguardando con el oído pegado contra la puerta. No tenía más remedio.
Tuve que apartar con sumo cuidado la cama de la puerta, tratando de ser lo más silencioso posible. Poco a poco, con toda la paciencia que pude tener, gire el pomo y abrí la puerta.
Me asomé muy lentamente y con más valor del que creí tener jamás en mi vida, salí de la habitación.
El pasillo estaba en penumbra, y tenía miedo de acercarme a la escalera; no sabía en qué estado encontraría el cuerpo de mí padre.
Me acerqué al filo de los escalones, y allí...no había nadie.
Como una alarma que va crescendo, sonó el grito de mí padre a mi espalda:
Neeeeilllllll. -gritó cómo un loco, fuera de si. Vamosh a querernoshh juntossshhhh.
Juraría, o eso llegué a pensar más tarde, que mi padre venía hacia mí con el pene chorreando; estaba eyaculando mientras extendía los brazos hacia mí.
Tenía tantísimo pavor, que las escaleras no las vi. Perdí el equilibrio y empecé a caer hacia detrás. En ese momento mi padre se lanzó hacia mí, y los dos caímos por las escaleras en una maraña de brazos y piernas.
Mi padre se fracturó el cuello, y eso le causó una muerte instantánea. Yo, sufrí múltiples contusiones y quedé inconsciente; el daño fue psicológico más que físico.
Mi madre llamó esa noche por teléfono, y al descubrir que nadie atendía la llamada, vino rápidamente a casa. Y allí nos vio, a los pies de la escalera; una persona muerta y otra traumatizada para el resto de su vida.


Ahora tengo 23 años, y cada vez que veo las escaleras de mí casa tiemblo, tiemblo con toda el alma.

«Papá» escrito por Antonio Tomé.

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